EL CASERÍO DE MURUZáBAL DE ANDIÓN
DATOS TÉCNICOS
PROPIEDAD- Particular — AÑO- 2017-2021 — ÁREA- 450 m2 edificio y 16.167 m2 parcela — ESTADO- Realizado — USO- Residencial — INTERVENCIÓN- Proyecto de Rehabilitación Integral (Obra Mayor) — Proyecto de Interiorismo y Mobiliario — Proyecto de Paisajismo y Piscina — DOCUMENTOS- Cambios de uso, expedientes de legalización, Autorización de vertido, legalización de pozo — EQUIPO — Arquitecto técnico- Ricardo Usar Ganuza — Estructuras e instalaciones– Ingeniería GEA — Contratista- Construcciones El Cerco — Cocina- VONNA — Fotógrafa- Belén Imaz — Estilismo- Beatriz Torelló
PALETA DE MATERIALES
1- Mampostería de piedra caliza — 2- Acero negro visto — 3- Panelado de nogal — 4- Microcemento — 5- Tarima de roble — 6- Porcelánico gran formato — 7- Mármol Estatuario — 8- Grifería “Dark Platinum matt” — 9- Manillas de acero — 10- Mecanismos de acero — 11- Textiles de fibra naturales — 12- Paisaje mediterráneo
DIRECCIÓN DE OBRA
DIAGRAMAS
PLANOS
El proyecto trata de la Rehabilitación integral de un caserío del siglo XVI ( 450m2) ubicado en lo alto de una colina en Muruzábal de Andión, Navarra. Se trata de un entorno cautivador por su gran valor histórico debido al conjunto que forma con la ermita románica y la estela romana incrustada en la fachada.
El caserío solo conservaba la “piel” (un cascarón de mampostería de piedra (1)), el interior estaba vacío y la premisa del cliente era aportar luz al espacio, debido a la escasez de la misma por el espesor de sus muros y la disposición de sus huecos. El concepto, por tanto, surge de esta necesidad y por ello, planteamos dos vacíos de gran escala y amplitud que organizan el espacio y sus usos y reflejan la luz.
El vacío principal consiste en la apertura espacial de tres alturas, que aloja la zona estancial en planta baja y organiza los recorridos en altura de la vivienda. El vacío secundario ocupa dos alturas y está contrapuesto al principal, creando una zona semi-estancial de mayor privacidad.
A partir del vacío principal surge la transición de los espacios públicos a los privados. Esto se consigue generando volúmenes, que se disponen como una matrioska, “uno dentro del otro” (2 y 4).
El volumen principal (2), se caracteriza por ser una caja suspendida en el espacio, blanca y sobria; enfatizando la colonización de un elemento nuevo dentro de ese cascarón existente de piedra y reflejando la luz. Dentro de este volumen (2), se encuentran las cajas de madera (3) y el segundo volumen (4).
La organización de los usos atiende a la disposición de los espacios. Los usos públicos se encuentran en los vacíos y los privados dentro de las cajas.
Toda la materialidad de la vivienda responde a este concepto. La rusticidad de la piedra existente en la envolvente en contraposición a la pureza del volumen blanco suspendido. La mampostería es la protagonista en los espacios públicos, mientras que los espacios privados se caracterizan por su ausencia y la presencia de la madera de roble en el mismo tono de la piedra.
Los elementos que no pertenecen a ninguno de estos dos “mundos” se caracterizan por ser materiales nobles y mantener una misma gama cromática. Predomina el uso del acero negro, el microcemento, el mármol y la madera.
La localidad de Muruzábal de Andión es un antiguo señorío del municipio de Mendigorría, Merindad de Olite. Constituida en 1534 con tres casas, pertenecía a comienzos del siglo XIX al duque de Granada de Ega, que ejercía la jurisdicción civil y criminal por medio de un alcalde; igualmente, presentaba al vicario de la parroquia. Pasando a ser propiedad de Mendigorría tras el sometimiento al régimen común.
Presidiendo el caserío de Muruzábal de Andión se levanta la Iglesia de San Emeterio y Celedonio, erigida a comienzos del siglo XIII en estilo protogótico y posteriormente ampliada en época moderna.
Ambos edificios forman un conjunto urbano, situado en un área de protección: El yacimiento arqueológico de Andelos, antigua ciudad romana de gran interés cultural y artístico, ubicado en lo alto de la colina con praderas a sus faldas, formando terrazas que descienden hacia la ría Arga. Un enclave cautivador con vistas despejadas y decoradas por la vegetación de la zona: pinos, cipreses, olivos y praderas, que en su conjunto rodean y ensalzan la edificación del caserío.
La rehabilitación consiste en la intervención total de la parcela y sus edificaciones generando un proyecto de único lenguaje, donde el paisaje dialoga con la arquitectura, empleando materiales de la propia tierra que se integran en el mismo, colonizando el interior de la vivienda que genera una sensación de dentro-fuera.
En el conjunto existen cuatro edificaciones: El caserío, La Ermita y dos naves. Para su integración se lleva a cabo un proyecto de paisajismo, incluyendo elementos de mobiliario, iluminación, pavimentos, plantación … que establecen conexiones visuales entre sí y despejan vistas, ensalzando la arquitectura existente, poniendo en valor el paisaje y el entorno que le rodea.
El caserío se caracteriza por tener, en su fachada incrustada, una estela romana, catalogada por patrimonio como bien mueble, sobre la que no se actúa. Un estandarte, una pieza única y diferencial, atípica en los caseríos de Navarra en los que es habitual encontrase con el escudo de las familias. Este elemento tan peculiar es propio del yacimiento próximo, lo que lo hace reconocible y con gran arraigo a este lugar. No podría ocupar otro espacio ya que se encontraría fuera de contexto, mientras que aquí parece haber encontrado su sitio.
La mampostería de piedra caliza existente en la vivienda, así como en los cierres y la Ermita, es la protagonista de la arquitectura, mimetizándose con el entorno y hallándose, también, en la ciudad romana de Andelos. Es el punto de unión del interior y el exterior, el hilo conductor del proyecto. Este “cascarón” se manifiesta en los interiores acentuando los elementos existentes, caracterizados por su textura orgánica, en contraste con materiales y geometrías limpias que colonizan el espacio interior.
La rehabilitación, del edificio existente, respeta las características tipológicas externas tradicionales, conservando los elementos que lo componen sin dejar de aportar nuevos valores y espacios distintos a los de la edificación tradicional de los caseríos de la zona. Una arquitectura que genera calidad y riqueza espacial.
En este nuevo espacio, se aprecian los huecos existentes de la fachada. Éstos encuadran diferentes vistas, generando multitud de “escenas dinámicas” del paisaje, quién conversa con la arquitectura y su entorno.
Una vez que nos presentamos en el lugar, encontramos varias edificaciones históricas que decoran la pradera. El caserío destaca por su magnitud invitándonos a entrar. El escenario es rural, pero una vez que atravesamos el juego de puertas, aparecemos en otro mundo. Nos sorprende un espacio a triple altura colonizado por un gran volumen blanco y sobrio que levita en el espacio desafiando a la lógica. El contraste es palpable, una envolvente conformada por cuatro gruesos muros de piedra marcados por el paso de los años, que convive y alberga en su interior una geometría moderna que se opone a las leyes del pasado.
La única manera de acceder al gran volumen es recorriendo una peculiar escalera volada. En acero negro, se presenta como una escultura que no pertenece a ninguno de los mundos, y sin embargo, actúa a modo de imán integrador, entre el pasado y el presente, unificándolos y permitiendo su convivencia, formando un todo. Uno no puede vivir sin el otro.
El resto del espacio lo componen los vacíos. Éstos aportan escala y magnitud al lugar, generando nuevas sensaciones inexistentes en la arquitectura tradicional de la época en la que se construyó.
Se trata de una vuelta renovada al origen, respetando la singularidad del lugar, y haciendo de esta intervención algo único y especial.
Rehabilitar el caserío de Muruzábal de Andión manteniendo su estética, consolidándolo y aportando soluciones constructivas poco invasivas supuso un gran reto desde su inicio debido a la complejidad que presentaba por sus precedentes.
Se trata de una parcela de 16.167 m2 en la que la edificación ocupa 252 m2. Urbanísticamente se trataba de una parcela catalogada como no urbanizable, de uso agrícola y ganadero, y por tanto no se permitía edificar en la misma, tan solo mantener las edificaciones existentes sin alterar los volúmenes. Para poder llevarlo a cabo necesitaba ser una vivienda, y para sorpresa durante el proceso, en catastro y registro el caserío figuraba como un almacén y no había ningún uso residencial presente en la parcela, por lo que se tuvo que llevar a cabo una labor de investigación, incluida la búsqueda de partidas bautismales registradas en la zona para demostrar que había sido una vivienda y poder tramitar el cambio de uso.
El suministro y saneamiento de la Mancomunidad de Valdizarbe no llegaba a la parcela por problemas administrativos internos y por lo tanto no se podía solicitar el vertido o suministro, lo que implicaba recurrir a la confederación hidrográfica del Ebro para solicitar las autorizaciones de vertidos mediante el uso de fosa séptica y el uso de pozo existente en la parcela para el suministro, cumpliendo las exigencias técnicas de tratamiento para uso doméstico.
La Ermita está protegida y catalogada como bien de interés cultural, al igual que la estela del edificio, por tanto, patrimonio arquitectónico revisaba la actuación con la limitación que supone a la hora de plantear rasgado de huecos, apertura de lucernarios, modificaciones de fachada, etc.
La rehabilitación era integral, por tanto, exigió el cumplimiento de normativa nacional, así como la propia de Navarra: el decreto foral, lo que dificultaba más las soluciones constructivas para poder llevarlo a cabo, ya que, al tratarse de una rehabilitación que afectaba a más del 60 % se consideraba obra nueva.
Este fue el punto de partida para poder llevar a cabo esta rehabilitación, un periplo de documentos, legalizaciones, etc. que hacían muy difícil el camino, pero a su vez muy interesante, al tratarse de un edificio singular y especial. Un trabajo muy satisfactorio ya que recupera un entorno abandonado y le devuelve el cuidado que se merece.
Todos estos obstáculos se fueron solventando poco a poco y se buscaron soluciones para poder habitarlo, respondiendo a las exigencias técnicas y la calidad de los espacios que podemos conseguir en una obra nueva hoy en día.
La premisa por concepto, y también por protección del conjunto edificatorio con la ermita, era mantener el muro de mampostería de piedra. Para ello se lleva a cabo una labor totalmente artesanal de reposición de piedras, mediante la recuperación y sustitución de los sillares, consolidando la fachada original tanto en el interior como en el exterior. Impermeabilizamos y drenamos los perímetros de la edificación para evitar la entrada de agua por capilaridad, que provoca la aparición de hongos en su interior (perceptibles en el estado existente de la edificación).
En los huecos existentes, se disponen carpinterías con embocaduras de madera que acogen unos toldos enrollados que garantizan la protección solar exigida por el decreto foral de Navarra, siendo muy difíciles de cumplir sin reducir el tamaño de los huecos y con ello la entrada de luz. Éstos no se podían llevar al interior ya que no había espacio para cajas de persianas, por otro lado, no se quería recurrir a contraventanas y elementos de ese tipo en el exterior, para no perjudicar la estética y dejar los huecos existentes lo más limpios posibles.
A su vez no se podía subir internamente el hueco, ya que los cargaderos sobre las ventanas estaban hechos de hormigón, de una intervención que sufrió el edificio hace 50 años en la que se eliminaron los forjados y se dejaron sólo las vigas apeando las fachadas. Éstas descansaban sobre los cargaderos y eliminarlas comprometía la estabilidad del edificio.
Dado a que la posición de las vigas existentes y la disposición de los huecos, limitaban mucho las soluciones, para no tener que reducir las alturas libres de las diferentes plantas, se proyecta un refuerzo de las vigas mediante conectores y un forjado con el menor canto posible, de chapa colaborante. De forma que los forjados se componen de diferentes tipos de mortero y tipos de conductos para suelo radiante, en respuesta a exigencias de habitabilidad, consiguiendo ensamblar las tres plantas requeridas por proyecto.
La cubierta de teja árabe, con una geometría a cuatro aguas, se hace de nuevo, recuperando parte de las tejas existentes, debido al mal estado que presentaba, y se añaden canalones para la recogida de pluviales, carentes en el edificio previamente. El bajo alero caracterizado por traviesas de madera, se rehabilita tratando de no modificar su estética destonificada que le aporta carácter y personalidad.
La distribución del proyecto se articula en función de la orientación de la casa, teniendo en cuenta las instalaciones existentes. Se mantiene su entrada principal en la fachada suroeste y se genera un espacio de tres alturas, abriéndose a la finca y a la Ermita, donde el soleamiento es mayor a lo largo del día, para contribuir a su ahorro energético y mejorar la iluminación interior. Mientras, se cierra al norte, ya que el soleamiento es menor y por tanto la iluminación más suave, generando mayor sombra; alojándose de esta manera los usos de servicio como cocina y aseos, más próximos a la red de abastecimiento situada al Noroeste de la parcela.
Tras gran ambición y dedicación vividas a lo largo de todo el proceso, el resultado es muy satisfactorio y evidencia la necesidad de rehabilitar nuestro patrimonio cultural y conservar el legado de otras generaciones.